El Inquilino, que todos llevamos
Dicen que antes de morir la mente humana repasa eventos esenciales, como en una película a velocidad suprema.
Más aún, dicen que quien se aproxima a la muerte ve un desfile de imágenes que representan el compendio de toda su vida.
El inquilino, la novela del escritor colombiano Guido Tamayo, es, de alguna manera, ese repaso final. Pulcramente escrito en una narración con vuelo poético, fragmentado en bloques de memoria y presente, de forma circular. Una historia que comienza y termina en tiempo presente, como certeza del único acto ineludible: la muerte.
Es el viaje por las distintas estaciones de la derrota de un hombre, Manuel de Narváez, el protagonista, escritor colombiano condenado a escribir, en su tránsito hacia la muerte, la estación final que se sitúa, a la postre, en el camino entre la sala y la cocina de su departamento.
Más aún, la historia comienza minutos previos a su muerte y desde allí se desgrana, circularmente, como las capas de una cebolla amarga, en personas y pasajes, para llegar al fondo de su derrota definitiva.
Un colombiano escritor que escribe frenéticamente un libro. Que batalla con las teclas de una máquina de escribir. Con el tiempo en contra y la pobreza a favor. En el mar de las adicciones, en las aguas del alcohol, se sumergen todas las palabras. De allí emergen también todas las palabras.
El hombre, Manuel, es un cuerpo abandonado, un desasosiego sin fin, un desamor que deambula, una tos insidiosa, una ternura repentina, un trago interminable.
Manuel es el espejo de todas sus mujeres: una madre muerta, una prostituta adicta, una dama francesa que le cree pero que a quien nunca vio, una ciudad –Barcelona de España- . Y este enfermo terminal, recorre en su rutina diaria, el mapa de estas historias personales. Una bitácora signada por bares y botiquines, bebidas y cigarros, y sexo a destajo, a lo ancho de una ciudad imposible: La Barcelona Condal.
En este relato no sobran ni faltan palabras: es un bordado de frases y párrafos y palabras que nos trasporta, por momentos, a la belleza de la poesía.
El exilio, la soledad, el desamor, y el fracaso, habitan esta novela en un solo recuento que es difícil dejar de leer, porque resume todos nuestros miedos. Porque cada lector se sentirá como un inquilino posible en el territorio de los fracasos. Porque socava en cada página. Porque son retazos de resaca. La vida en sus descalabros y sus deleites.
Pero no diré qué libro escribe Manuel de Narváez. No diré si lo termina. Sólo diré que vale la pena leer esta novela para comprender lo afortunados que somos.
Sonia Chocrón (n. Caracas; 1961) es una poeta, narradora y guionista de cine y televisión.
Licenciada en Comunicación Social de la Universidad Católica Andrés Bello. En 1982 ingresa al Taller de Poesía del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (CELARG). En 1988 participa -por concurso- en el Taller “El Argumento de Ficción” de Gabriel García Márquez en la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños,Cuba. De allí, viaja a México invitada por el Premio Nóbel para fundar el Escritorio Cinematográfico Gabriel García Márquez. Su trabajo literario, así como sus guiones para cine y televisión, le han merecido diversos premios y reconocimientos a nivel local e internacional. Ha publicado:
- Sábanas Negras (2013). Novela
- Las Mujeres de Houdini (2012). Novela
- Poesía Re-unida (2010). Poesía
- La virgen del baño turco y otros cuentos falaces (2008). Cuento
- Falsas apariencias (2004). Cuento
- La buena hora (2002). Poesía
- Púrpura (1998). Poesía
- Toledana (1992). Poesía